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Los combustibles gaseosos están formados por hidrocarburos,
que son, compuestos moleculares de carbono e hidrógeno.
Las propiedades y características de los diferentes gases
dependen del número y disposición de los átomos
de carbono e hidrógeno de sus moléculas. Todos estos
gases son inodoros en estado puro, al igual que ocurre con el
monóxido de carbono que a veces contienen. Por eso es necesario
añadir compuestos de azufre al gas comercial; estos compuestos,
que a veces están presentes de forma natural en el gas,
tienen un olor desagradable y sirven para advertir un escape en
las tuberías o en los aparatos de gas.
Los dispositivos
empleados para quemar gas y producir calor o iluminación
constan de una tobera de combustión y de algún sistema
para mezclar aire con el gas antes de llegar a la tobera.
Los combustibles gaseosos más empleados en la actualidad
son el gas de hulla, obtenido por destilación destructiva
del carbón, los gases de productor y de alto horno, resultado
de la interacción de vapor de agua, aire y carbón,
el gas natural, extraído de yacimientos subterráneos
de gas, y los gases embotellados, compuestos por los hidrocarburos
más ligeros.
Los procesos de gasificación de hulla más importantes
están destinados sobre todo a la producción del
gas denominado "de tipo gasoducto", cuyas propiedades
son más o menos equivalentes a las del gas natural. El
gas procedente de la hulla, además de cumplir las especificaciones
de bombeo y calentado, debe satisfacer límites estrictos
en cuanto al contenido de monóxido de carbono, azufre,
gases inertes y agua. Para cumplir estas normas, la mayoría
de los procesos de gasificación de hulla culminan con operaciones
de limpieza y metanación del gas. En la actualidad se utilizan
diversos métodos de hidrogasificación en los que
el hidrógeno reacciona directamente con carbón para
formar metano, estos procesos evitan el paso intermedio consistente
en producir gas de síntesis, hidrógeno y monóxido
de carbono antes de producir metano. Otros métodos son
el proceso de aceptores de dióxido de carbono, que emplea
dolomita¸ un material calizo, y el proceso de sal fundida.
Otros gases fabricados en el pasado a partir de carbón
y coque, como el gas del alumbrado o el gas de horno de coque,
apenas tienen importancia hoy día.
Gas de productor
y de alto horno
El gas de productor es un tipo de gas de agua, un término
que se aplica a los gases obtenidos mediante procesos de vapor
de agua. Se produce quemando combustible de baja calidad (como
lignito o carbón bituminoso) en un recipiente cerrado denominado
productor por el que se hace pasar al mismo tiempo un flujo continuo
de vapor de agua y aire. El gas resultante contiene alrededor
de un 50% de nitrógeno, derivado del aire presente en el
productor, y su poder calorífico es aproximadamente el
30% del correspondiente al gas de horno de coque.
El gas de alto horno, producido por la interacción de caliza,
mineral de hierro y carbono en los altos hornos, tiene un cierto
poder calorífico debido a su contenido en monóxido
de carbono, pero contiene un 60% de nitrógeno. Durante
el funcionamiento de los hornos se producen cantidades enormes
de este gas; la mayoría se emplea para calentar el chorro
de aire para el horno y hacer funcionar los compresores que impulsan
dicho chorro. El poder calorífico del gas de alto horno
es un 16% del correspondiente al gas de horno de coque.
Los yacimientos de gas natural de petróleo generalmente
llevan asociados una cierta cantidad de gas natural, que sale
a la superficie junto con él cuando se perfora un pozo.
Sin embargo, existen pozos que proporcionan solamente gas natural.
Éste contiene elementos orgánicos importantes como
materias primas para la industria petrolera y química.
Antes de emplear el gas natural como combustible se extraen los
hidrocarburos más pesados, como el butano y el propano.
El gas que queda, el llamado gas seco, se distribuye a usuarios
domésticos e industriales como combustible. Este gas, libre
de butano y propano, también se encuentra en la naturaleza.
Está compuesto por los hidrocarburos más ligeros,
metano y etano, y también se emplea para fabricar plásticos,
fármacos y tintes.
Varios hidrocarburos como el propano, el butano y el pentano,
o mezclas de esos gases, se licúan para emplearlos como
combustible. Gracias a los llamados gases embotellados, que suelen
almacenarse en bombonas o tanques metálicos, pueden utilizarse
cocinas o estufas en localidades carentes de suministro centralizado
de gas. Estos gases embotellados se producen a partir del gas
natural y el petróleo.
La comercialización
del gas natural implica que este reúna unas características
especiales que lo hacen apto para su transporte y consumo, tanto
industrial como doméstico. Estas características
están reguladas en el contrato que se establece en la venta
del gas.
Los principales
parámetros que exigirá el comprador respecto del
gas que le están suministrando serán:
El poder calorífico que este posee.
La presión de suministro.
La humedad del gas.
Temperatura del gas.
La cantidad de sólidos que arrastra.
La no presencia de elementos indeseables como el anhídrido
carbónico o el sulfuro de hidrógeno.
Definimos el poder
calorífico como la energía que se desprende en la
combustión completa de la unidad de masa o de volumen del
combustible. Aquí convendría diferenciar los conceptos
de poder calorífico superior e inferior.
Poder calorífico inferior (PCI), se denomina así
al poder calorífico cuando el agua resultante de la combustión
se supone en estado de vapor con los demás productos de
la combustión. Poder calorífico superior (PCS),
se denomina así al poder calorífico cuando el agua
resultante de la combustión se supone líquida (condensada)
en los productos de combustión. En los contratos de compra
de gas suelen definir el poder calorífico inferior del
gas que suele situarse en 950 Btu/scf. Dado que el nitrógeno
no tiene un considerable poder calorífico, en algunos casos,
cuando el gas no alcanza las mínimas exigencias en cuanto
al poder calorífico, se procederá a la retirada
de este nitrógeno del caudal de gas, este proceso se realizará
mediante plantas de baja temperatura o con membranas permeables.
Por tanto la diferencia entre PCS y PCI es igual por definición
al calor de condensación del vapor de agua resultante de
la combustión del combustible. La relación PCI/PCS
depende de la proporción de los elementos carbono e hidrogeno
presentes en gas combustible. Para los gases combustibles más
usuales el valor de PCI/PCS ronda el valor de 0,9.
Generalmente el valor del gas depende de su poder calorífico,
de todas formas si existiera un mercado para el etano, propano,
butano, etc., puede ser rentable comprimir estos componentes del
gas aunque rebajemos su poder calorífico. En algunos casos,
cuando el gas es suministrado como combustible residencial, los
contratos de venta pueden pedir restringir los contenidos de componentes
altos del Btu, por lo que habrá que tratar este gas para
minimizar su contenido.
El gran número
de combustibles gaseosos de origen diverso y distintas categorías
ha hecho que se clasifiquen en diferentes categorías. La
norma española UNE 60.002 clasifica los gases combustibles
según un parámetro, llamado índice de Wobbe,
que resulta del cociente entre el poder calorífico superior
y la raíz cuadrada de la densidad relativa del gas.
Los combustibles
gaseosos se clasifican según este parámetro en:
Primera familia:
Pertenecen a esta familia el gas manufacturado, el gas de coquería
y el gas mezcla de hidrocarburo aire de bajo índice de
wobbe ( aire metanado o propano)
Segunda familia:
Pertenecen a esta familia los gases naturales y las mezclas hidrocarburo
aire de alto índice de wobbe (aire propanado).
Tercera familia:
Pertenecen a esta familia los GLP, gases licuados del petróleo
(Propano y butano comerciales).
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