Si las fuerzas
laterales que pueden llegar a incidir sobre los edificios, derivadas
del viento o de un hipotético sismo, tienen que ser soportadas
por un entramado estructural configurado a base de pórticos,
no debemos olvidar la regla de oro: cuanto mayor sea el número
de pilares que posean mejor será su respuesta resistente.
Los momentos flectores los cortantes y las deformaciones horizontales
en los pilares de los pórticos decrecen en proporción
inversa a su número.
En general los
pilares deberían proyectarse con el criterio de armados
mínimos, aprovechando al máximo la capacidad de
resistir las compresiones que posee el hormigón, material
mucho más económico que le acero de las armaduras.
Sustituir los pilares
de hormigón por pilares metálicos no resulta aconsejable,
salvo lógicamente, que la estructura se proyecte toda ella
con perfiles de acero. El coste de un pilar metálico de
perfiles convencionales viene a triplicar el coste de un pilar
de hormigón armado. Por otra parte, los riesgos de pandeo,
si bien pueden afectar a ambas tipologías de pilares, son
más propios de los soportes metálicos que de los
de hormigón. Independiente mente de lo que diga la teoría,
no conocemos caso alguno de patologías debidas al pandeo
en estructuras de hormigón, ni local ni globalmente, por
esbeltas que éstas sean.
Por otra parte,
la unión de los pilares metálicos a las placas de
hormigón, sean éstas del tipo que sean, resulta
ciertamente problemática y es muy difícil simular
dicha unión en un modelo matemático para su análisis
mediante el ordenador. En general, los programas de cálculo
deben tener la opción de dejar al proyectista el poder
introducir un coeficiente que simule la unión de los pilares
a las vigas o a los forjados reticulares para que, según
como diseñe y construya la unión, se proponga por
ejemplo un cero (0) para las articulaciones, un uno (1) para los
empotramientos y un valor mitad (0.5) si se intuye que no en ni
una cosa ni otra y pueda tener un comportamiento intermedio. Lo
anterior variará los momentos de empotramiento entre el
forjado y los pilares, y el programa de cálculo proporcionará
esfuerzos más acordes con la realidad construida.
La ubicación
de los pilares debe estar lo más alejada posible de las
tuberías de servicio destinadas al transporte de aguas
limpias y sucias. Las fugas que poseen y las condensaciones que
se producen sobre las mencionadas tuberías provocan un
ambiente de humedad que acaba originando problemas de corrosión
en las armaduras antes de los 20 años de la vida de los
edificios. El problema se acentúa si los soportes son metálicos.
El problema de
la corrosión en los soportes es uno de los principales
asuntos a resolver en la nueva filosofía de la calidad
y durabilidad que comienza a plantearse, por fin, con cierta generalidad
en el contexto de la edificación, a raíz de la aparición
de la EHE en España. También puede ser lo mencionado,
al margen de criterios económicos, una razón de
peso para proyectar de hormigón con el criterio de armaduras
mínimas y recubrimientos del orden de 4 ó 5 cm,
cumpliendo de paso las duras exigencias de resistencias frente
al fuego.
También
va siendo hora, de cara ala durabilidad, de que se introduzca
la cultura en los proyectistas de pintar los pilares de hormigón
con pinturas anticarbonatación tapaporos, con objeto de
preservar sus armaduras de la corrosión alargo plazo, especialmente
cuando se encuentren a la intemperie, en sótanos húmedos
y en ambientes agresivos de tipo industrial o marino.
Tampoco debe olvidarse
que la tipología del sistema estructural elegido bajo el
punto de vista del forjado condiciona fuertemente la situación
de los pilares en planta.
Si se elige un
sistema unidireccional, los pilares deben situarse de tal forma
que los pórticos resulten planos. Un trazado de vigas culebreando
por las plantas, si bien hoy día no plantea problemas en
su análisis, conduce a unas complicaciones elevadas en
la ferralla de los nudos y a unos esfuerzos suplementarios indeseables,
que frecuentemente se olvidan o se desprecian muy a la ligera.
Por otra parte,
alineaciones de vigas no paralelas complican la colocación
de los encofrados y la fabricación de las viguetas al ser
todas sus longitudes diferentes, aumentando los consumos de hormigón
en los encuentros y las dificultades constructivas.
Si un planteamiento
unidireccional conduce a un trazado de vigas sinuoso y a un número
elevado de embrochalamientos, quiere decir que nos estamos equivocando,
que la elección del sistema puede no ser la adecuada y
que, tal vez, merezca la pena pasar a un sistema de forjado sin
vigas del tipo reticular o de losa maciza.
El forjado reticular,
al igual que la losa maciza, admite una distribución caprichosa
de los pilares y es por eso que puede ser el sistema preferido
de ciertos arquitectos que acuden a él sistemáticamente
porque facilita notablemente el diseño de las viviendas;
pero, lógicamente, la distribución caprichosa de
los pilares engendra esfuerzos de flexión en los mismos
y, consecuentemente, un coste adicional en armaduras, que pueden
evitarse con una situación modulada y de espacios compensados
alrededor de los mismos.
La distribución
de pilares más correcta en cualquier sistema estructural
es la de formar una malla lo más cuadrada posible, con
luces que difieran menos de 1 metro.
Cuando el sistema
estructural admita vigas de canto acusadas bajo el forjado, la
modulación puede ser de tipo rectangular, colocándose
también pilares rectangulares con el lado mayor en la dirección
de las vigas de canto, que deben disponerse según el lado
mayor del rectángulo si se desea que el forjado sea de
espesor mínimo con las viguetas dispuestas en la dirección
menor de la modulación rectangular.
Si el forjado es
del tipo plano, las vigas planas deben disponerse de forma contraria
al criterio anterior, es decir, colocándolas según
el lado menor del rectángulo y las viguetas según
el lado mayor.
En cuanto la retranqueo de las caras de los pilares, éstos
deben pensarse y diseñarse para que no se introduzcan excentricidades
que originen momentos adicionales a los momentos de flexión
que proporcionan las vigas y forjados en los nudos, al desplazarse
horizontalmente a medida que asciende verticalmente de planta
en planta.
Los pilares centrales
deben retranquearse uniformemente, manteniendo invariables sus
ejes verticales, y en los de extremos, obviamente, manteniendo
la cara exterior constante.
Hoy día
los programas de cálculo tienen en cuenta el tamaño
de los nudos a la hora de plantear matemáticamente su equilibrio,
asignando a cada elemento estructural la excentricidad con la
que transmiten sus cargas a los mismos.
No obstante los retranqueos que arbitrariamente se han realizado
y se siguen realizando en los pilares de edificación, no
nos consta que éstos hayan producido patologías
dignas de mención, pese al tamaño que en ciertos
casos alcanzan las secciones de los pilares y sus excentricidades
constructivas. |